miércoles, 8 de diciembre de 2010

HISTORIA DE LAS AUTOVACUNAS

La viruela fue la primera enfermedad que el ser humano intentó prevenir inoculándose a sí mismo con otro tipo de enfermedad. Se cree que la inoculación nació en la India o en China alrededor del 200 a. C. En China, a los pacientes que sufrían tipos leves de viruela se les recogían fragmentos de pústulas secas para molerlas hasta conseguir una mezcla con aspecto de polvo que luego se le introducía por la nariz, esperando que esto les inmunizara.
Mary Montagu, de nombre y título completos Lady Mary Wortley Montagu (Thoresby Hall, 26 de mayo de 1689 - 21 de agosto de 1762), fue una aristócrata, viajera y escritora británica, autora de una famosa correspondencia. Era la hija mayor de Evelyn Pierrepont, primer Duque de Kingston-upon-Hull, que había sucedido a su hermano como quinto Conde de Kingston-upon-Hull cuando Mary tenía un año de edad. Más tarde, su padre recibió los títulos de Marqués de Dorchester y elevó a Ducado su título original, siendo bautizado en Covent Garden. Su madre, que murió siendo ella aún niña, era hija de William Feilding, tercer conde de Denbigh.
Mantuvo una estrecha amistad con Mary Astell, luchadora por los derechos de la mujer, y con Anne Wortley Montagu, nieta de Edward Montagu, I conde de Sandwich. Mantuvo con Anne una animada correspondencia. No obstante, las cartas de Anne solían ser copias de escritos de su hermano, Edward Wortley Montagu; y tras la muerte de Anne en 1709 la correspondencia entre Edward y Lady Mary continuó sin intermediarios. El padre de Lady Mary, ahora Marqués de Dorchester, rechazó convertir a Wortley Montagu en su yerno, al negarse a vincular sus bienes a un posible heredero. Se rompieron las negociaciones, y cuando Lord Dorchester insistió en otro matrimonio para su hija, Edward y Mary se fugaron (1712). Los primeros años de matrimonio de Lady Mary Wortley Montagu pasaron en la vida retirada en el campo. Su marido era miembro del Parlamento inglés por Westminster desde 1715, y poco después fue nombrado Lord Commissioner del Tesoro. Cuando Lady Mary se reunió con él en Londres, pronto su ingenio y belleza la convirtieron en una destacada figura de la corte.
Enseguida (1716) Wortley Montagu fue nombrado embajador ante la Sublime Puerta (Imperio Turco). Lady Mary le acompañó en su viaje, en el que tuvieron oportunidad de pasar por Viena y Adrianópolis antes de llegar a la propia Constantinopla. La embajada fue breve, y fue llamado de vuelta en 1717, pero el matrimonio permaneció en aquella ciudad hasta 1718. En 1718, Lady Mary Wortley Montague informó que los turcos tenían la costumbre de inocularse con pus tomado de la viruela vacuna.
La historia de este viaje y sus observaciones de la vida en Oriente se cuentan en las Cartas de la Embajada Turca (Turkish Embassy Letters), una serie de cartas vivaces y llenas de descripciones gráficas; se suelen considerar como inspiración de las siguientes viajeras/escritoras femeninas y también de buena parte de la producción artística que se engloba en el concepto de orientalismo.
Del Imperio otomano, Lady Mary (que en su propia piel mostraba las cicatrices de la viruela, y había visto morir a su hermano por ella) trajo a su vuelta a Inglaterra la práctica de la inoculación como profilaxis contra la enfermedad. Hizo inocular a sus propios hijos, y se enfrentó a los poderosos prejuicios que había contra tal práctica.
El 17 de mayo de 1749 en Berkeley, condado de Gloucester, Inglaterra, nace Edward Jenner, hijo del reverendo Stephen Jenner, vicario de Berkeley. A la corta edad de 5 años su padre fallece, quedando bajo la protección de su hermano mayor. Desde muy temprana edad sintió especial atracción por las observaciones sobre el comportamiento de la naturaleza, y especialmente dentro de la rama de la zoología. A sus trece años comenzó a colaborar con un médico cirujano de Sodbury, donde logró aprender, y dar sus primeros pasos importantes dentro de la ciencia médica. Allí nace definitivamente su pasión por la medicina y en el año 1770 decide iniciar sus estudios en el Hospital San Jorge, en Londres. Es entonces cuando se transforma en discípulo de un importante cirujano y naturista llamado John Hunter, juntos se dedicaron al estudio de la anatomía, y nacería entre ellos una amistad que perduraría hasta la muerte de su maestro. Jenner había sido, además de amigo, el alumno preferido de Hunter, quien le tenía gran respeto por su dedicación a la investigación y contracción al trabajo. Ambos se dedicaron, en conjunto, a la observación e investigación de los fenómenos de la naturaleza.
Posteriormente y luego de rechazar un ofrecimiento de trabajo que lo llevaría a realizar investigaciones en el océano Pacífico, prefirió retornar a Berkeley para ejercer la medicina. Allí lo hizo con especial atención a sus pacientes, lo que le confirió el aprecio y el respeto de la población.
Por entonces la viruela se había convertido en una tremenda plaga que azotaba fundamentalmente a Europa y América, y en forma cuantitativamente seria; y si bien era difícil descubrir un método que la pudiera combatir, fue que Edward Jenner estando de visita en una granja, puso particular atención al comentario de una joven que aseveró: Yo no voy a enfermarme nunca de viruela porque estoy vacunada (esto era debido a que la muchacha se dedicaba a ordeñar a las vacas). De este razonamiento Jenner hizo una profunda investigación llegando a comprobar que todos los que realizaban esta tarea se habían inmunizado contagiándose de "viruela boba".
La viruela boba es una leve manifestación de viruela que se produce casi siempre en las ubres de las vacas. Jenner notó entonces que los que habían sufrido previamente viruela bovina (enfermedad de las vacas que causa sólo síntomas de poca importancia en el hombre) demostraban resistencia cuando se exponían a la enfermedad, por lo tanto extrajo pus de una pústula de la mano de Sarah Nelmes, una ordeñadora que había contraído la viruela de su vaca lechera, y el 14 de mayo de 1796 inoculó a un joven llamado James Phipps (el cual no había padecido la afección), el pequeño mostró síntomas de la infección de viruela vacuna. Cuarenta y ocho días más tarde, después de que Phipps se hubiera recuperado completamente de tal enfermedad, el doctor Jenner le inyectó al niño infección de viruela humana, pero esta vez no mostró ningún síntoma o signo de enfermedad.[]
A pesar del buen resultado en la experiencia con el joven James; los científicos de la época, otros médicos, e incluso la Asociación Médica de Londres se oponen al tratamiento de Jenner (que incluso es excluido de ésta última); con el argumento de que aquellos que utilizasen dicho método, llegarían -poco a poco- a asemejarse a un vacuno.
Confiado en su descubrimiento y para probar que eran infundadas las afirmaciones de quienes lo combatían, Jenner aplicó la vacuna a su propio hijo de 5 años creyendo con esto poder aplacar y convencer a sus adversarios, pero el método no le resultó y se mantuvieron duras discrepancias por un período de 20 años.
Finalmente, y desde Francia, llega el merecido reconocimiento cuando Napoleón da la orden de vacunar a toda su tropa, en el año 1805. Posteriormente la Condesa de Berkeley y Lady Duce hacen vacunar a sus hijos.
Allí se quiebra definitivamente el círculo de opositores al científico y es entonces cuando lo invitan a establecerse en Londres y ganar mucho dinero, pero Jenner declina la propuesta manifestando que "si en la aurora de mis días busqué los senderos apartados y llanos de la vida, el valle y no la montaña, ahora que camino hacia el ocaso, no es un regalo para mí prestarme como objeto de fortuna y de fama". No obstante lo expuesto, recibe en dinero unas distinciones que le permiten pasar una vida económicamente holgada.
Jenner regresa a Berkeley y continúa recibiendo honores que le llegan desde distintos puntos del mundo. Cualquier petición de su parte, a diferentes autoridades, era prácticamente complacida. De la misma forma se le quiere y respeta en su pueblo, donde continúa esforzándose por sus pacientes. Fue elegido como jefe del Pueblo a causa de su elección de quedarse en éste.
Regaló a James Phips (el joven que se prestó a su primera experiencia con la vacuna) una casa y, en torno a ella, plantó un jardín de flores que el mismo se encargaba de cuidar.
Víctima de una hemorragia cerebral, el 26 de enero de 1823, Edward Jenner fallece a la edad de 73 años en la localidad de Berkeley, la localidad que lo viera nacer.
Louis Pasteur nació el 27 de diciembre de 1822 en Dole, Francia. Su padre había sido soldado de Napoleón, pero después de dejar el ejército, donde transcurrió la infancia del pequeño Louis. De joven, no fue un estudiante prometedor; de hecho, si demostraba alguna actitud especial, era la pintura. Su primera ambición fue la de ser profesor de arte. En 1842, tras ser maestro en la Escuela Real de Viejancón, obtuvo su título de bachillerato, con calificación "mediocre" en química. Su padre lo mandó a la Escuela Normal Superior de París, pero allí no duró mucho tiempo ya que regresó a su tierra natal. Pero al año siguiente retornó a París. Tras pasar por la École Normale Supérieure, se convirtió en profesor de Física en el Liceo de Dijon, aunque su verdadero interés era ya la química.
Algunos de sus contemporáneos, incluido el eminente químico alemán Justus von Liebig, insistían en que la fermentación era un proceso químico y que no requería la intervención de ningún organismo. Con la ayuda de un microscopio, Pasteur descubrió que, en realidad, intervenían dos organismos -dos variedades de levaduras- que eran la clave del proceso. Uno producía alcohol y el otro, ácido láctico, que agriaba el vino.
Utilizó un nuevo método para eliminar los microorganismos que pueden degradar al vino, la cerveza o la leche, después de encerrar el líquido en cubas bien selladas y elevando su temperatura hasta los 44 grados centígrados durante un tiempo corto. A pesar del rechazo inicial de la industria ante la idea de calentar vino, un experimento controlado con lotes de vino calentado y sin calentar demostró la efectividad del procedimiento. Había nacido la "pasteurización", el proceso que actualmente garantiza la seguridad de numerosos productos alimenticios del mundo.
Demostró que todo proceso de fermentación y descomposición orgánica se debe a la acción de organismos vivos y que el crecimiento de los microorganismos en caldos nutritivos no era debido a la generación espontánea. Para demostrarlo, expuso caldos hervidos en matraces provistos de un filtro que evitaba el paso de partículas de polvo hasta el caldo de cultivo, simultáneamente expuso otros matraces que carecían de ese filtro, pero que poseían un cuello muy alargado y curvado que dificultaba el paso del aire, y por ello de las partículas de polvo, hasta el caldo de cultivo. Al cabo de un tiempo observó que nada crecía en los caldos demostrando así que los organismos vivos que aparecían en los matraces sin filtro o sin cuellos largos provenían del exterior, probablemente del polvo o en forma de esporas. De esta manera Louis Pasteur mostró que los microorganismos no se formaban espontáneamente en el interior del caldo, refutando así la teoría de la generación espontánea y demostrando que todo ser vivo procede de otro ser vivo anterior (Omne vivum ex vivo), un principio científico que fue la base de la teoría germinal y que significa un cambio conceptual sobre los seres vivos y el inicio de la Bacteriología moderna. Anunció sus resultados en una gala de la Sorbona en 1864 y obtuvo todo un triunfo.
Habiendo resuelto el problema de la industria vinícola de forma tan brillante, fue lógico que cuando una enfermedad en los gusano de seda empezó a arruinar esa industria en el sur de Francia, llamaran de nuevo, a Louis Pasteur. Éste no sabía nada de gusanos de seda, pero cuando apuntó su microscopio, identificó un parásito que infestaba a los gusanos y a las hojas de las cuales se alimentaban. Su diagnóstico fue drástico: los gusanos y hojas infectadas tenían que ser destruidos y reemplazados por otros nuevos.
Su trabajo con la enfermedad de los gusanos de seda, atrajo su atención hacia el resto de enfermedades contagiosas. La idea de que las enfermedades pueden ser trasmitidas entre criaturas vivientes era un anatema. Se trataba de otro de esos puntos débiles que ahora se consideran inexplicables. No obstante, no había nada "obvio" en la idea de una enfermedad contagiosa.
Uno de los más famosos cirujanos que siguió sus consejos fue el británico Joseph Lister, quien desarrolló las ideas de Pasteur y las sistematizó en 1865. Lister es considerado hoy el padre de la antisepsia moderna, y realizó cambios radicales en el modo en el que se realizaban las operaciones: los doctores debían lavarse las manos y utilizar guantes, el instrumental quirúrgico debía esterilizarse justo antes de ser usado, había que limpiar las heridas con disoluciones de ácido carbólico (que mataba los microorganismos). Antes de Lister y Pasteur pasar por el quirófano era, en muchos casos, una sentencia de gangrena y muerte.
El propio Pasteur, en 1871 sugirió a los médicos de los hospitales militares a hervir el instrumental y los vendajes. Describió un horno, llamado "horno Pasteur", útil para esterilizar instrumental quirúrgico y material de laboratorio y en el tuvieron entero apoyo.
Pasteur estudió numerosas enfermedades y sus modos de propagación. En 1881, hizo una demostración dramática de la eficacia de su vacuna contra el ántrax, inoculando la mitad de un rebaño de ovejas mientras inyectaba la enfermedad a la otra mitad. Las inoculadas con la vacuna sobrevivieron, el resto, murió.
En una ocasión se encontraba realizando experimentos con pollos para determinar los mecanismos de transmisión de la bacteria responsable del cólera que acababa con muchos de ellos. Junto con su ayudante, Charles Chamberland, inoculaban la bacteria (Vibrio cholerae) a pollos y evaluaban el proceso de la enfermedad.
La historia cuenta que Pasteur iba a tomarse unas vacaciones, y encargó a Chamberland que inoculase a un grupo de pollos con un cultivo de la bacteria, antes de irse el propio ayudante de vacaciones. Pero Chamberland olvidó hacerlo, y se fue de vacaciones. Cuando ambos volvieron al cabo de un mes, los pollos estaban sin infectar y el cultivo de bacterias continuaba donde lo dejaron, pero muy debilitado. Chamberland inoculó a los pollos de todos modos y los animales no murieron. Desarrollaron algunos síntomas, y una versión leve de la enfermedad, pero sobrevivieron.
El ayudante, abochornado, iba a matar a los animales y empezar de nuevo, cuando Pasteur lo detuvo: la idea de la vacunación era conocida desde 1796 y Pasteur la conocía. Expuso a los pollos una vez más al cólera y nuevamente sobrevivieron pues habían desarrollado respuesta inmune. Pasteur no desarrolló por lo tanto la primera vacuna, pero sí la primera vacuna de bacterias artificialmente debilitadas — a partir de ese momento no hacía falta encontrar bacterias adecuadas para las vacunas, las propias bacterias debilitadas de la enfermedad a derrotar servían.
Pasteur puso este descubrimiento en práctica casi inmediatamente en el caso de la rabia: utilizaba conejos infectados con la enfermedad, y cuando éstos morían secaba su tejido nervioso para debilitar la bacteria. En 1885 un niño, Joseph Meister, fue mordido por un perro rabioso cuando la vacuna de Pasteur sólo se había probado con unos cuantos perros. El niño iba a morir sin ninguna duda cuando desarrollase la enfermedad, pero Pasteur no era médico, de modo que si lo trataba con una vacuna sin probar suficientemente podía acarrear en un lío legal.
Sin embargo, tras consultar con otros colegas, el químico se decidió a inocular la vacuna al muchacho. El tratamiento tuvo un éxito absoluto, el niño se recuperó de sus heridas y nunca desarrolló la rabia y Pasteur, lejos de acabar en un banquillo, fue alabado una vez más como un héroe.

Legado

Expuso la "teoría germinal de las enfermedades infecciosas", según la cual toda enfermedad infecciosa tiene su causa (etiología) en un germen con capacidad para propagarse entre las personas. Esta sencilla idea representa el inicio de la medicina científica, al demostrar que la enfermedad es el efecto visible (signos y síntomas) de una causa que puede ser buscada y eliminada mediante un tratamiento específico. En el caso de las enfermedades infecciosas, se debe buscar el germen causante de cada enfermedad para hallar un modo de combatirlo. Por sus trabajos es considerado el pionero de la microbiología moderna, que inicia así la llamada "Edad de Oro de la Microbiología".
Una innovación de trascendencia extraordinaria en la elaboración de vacunas fue el uso de gérmenes muertos por el calor. El primer intento lo realizó Daniel Elmer Salmon (Escobar y col, 1992) en los Estados Unidos para una Salmonelosis de las palomas.
Daniel Elmer Salmon, estudió en la Universidad de Cornell, donde se doctoró en 1872, siendo el primer doctor en medicina veterinaria de los Estados Unidos.
El Dr. Salmon organizó el Bureau of Animal Industry ("Oficina de la industria animal") a cuyo frente estuvo entre 1884 y 1906. De 1907 a 1912, se hizo cargo de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de la República, Uruguay.
Sin embargo, Salmon no trabajaba solo. Tenía un selecto grupo del cual destacaba su mejor colaborador, Theobald Smith (1859-1934), uno de los grandes nombres de la ciencia médica estadounidense. Hoy se le recuerda por sus contribuciones al estudio del shock anafiláctico.
De estas investigaciones surgió un grupo de bacterias, conocida originalmente como las bacterias TPC (tífica y paratífica, o bacilos paratíficos). Comprendía el bacilo tífico, Salmonella typhi - previamente llamada Eberthella typha por el bacteriólogo alemán Karl Joseph Eberth (1835-1926), y también "C", un bacilo causante de una forma de disentería, denominado así por el bacteriólogo japonés Kiyoshi Shiga (1871-1957).
Sin embargo no fue el Dr. Elmer Salmon ni Theobald Smith quienes dieron nombre a este grupo de bacterias como se los conoce hoy. La denominación Salmonella se debe a un bacteriólogo francés llamado Joseph Léon Marcel Ligniéres (1868-1933), quien sugirió que el grupo de todas estas bacterias se llamaran así.
En cuanto a humanos no es claro quiénes utilizaron por primera vez una vacuna muerta por calor, ya que el mérito puede ser de los alemanes Richard Pfeiffer y Willhelm Kolle o del inglés Almroth Edward Wright (Escobar y col, 1992), en ambos casos con Salmonella typhi en experimentos realizados entre 1895 y 1896.
En el siglo XIX, Wright trabajó con las fuerzas armadas británicas para el desarrollo de vacunas y la promoción de la inmunización. En 1902 inauguró un departamento de investigación en la facultad de Medicina del St Mary's Hospital de Londres.
Desarrolló un sistema de inoculación antitifoidea y un método para medir sustancias protectoras (opsoninas) en la sangre humana. Invocando el ejemplo de la segunda guerra de los bóers durante la cual murieron muchos soldados de enfermedades fácilmente prevenibles, Wright convenció a las fuerzas armadas de que se deberían producir 10 millones de vacunas para las tropas destacadas en el norte de Francia en la Primera Guerra Mundial. Entre los muchos bacteriólogos que siguieron los pasos de Wright en St. Mary estuvo Sir Alexander Fleming, que a su vez descubriría la lisozima y la penicilina.
Wright advirtió desde pronto que los antibióticos podrían crear bacterias resistentes que en las que en ocasiones se puede comprobar que incrementan su peligrosidad. Su pensamiento hacía hincapié en el concepto de lo que hoy llamaríamos medidas y medicina preventiva. Estas ideas han sido reivindicadas recientemente en el 50º aniversario de su muerte por los investigadores actuales en publicaciones como Scientific American.
Durante el fin del siglo XIX y principios del siglo XX se hizo infinidad de intentos para obtener vacunas con las bacterias que se habían identificado como agentes causales de enfermedades para el hombre. Desde luego, las primeras vacunas fueron para las enfermedades agudas de gran impacto epidemiológico y en casi todas se trabajó con gérmenes muertos.
Fue entonces cuando paulatinamente las vacunas comenzaron a tener un impacto en la sociedad, no sólo entre los médicos y el personal de salud sino también en la población general. Además de algunas confusiones conceptuales entre el valor preventivo y el terapéutico de las vacunas, se generaron amplias expectativas en cuanto a sus bondades y aún se llegó a exigir a los investigadores en el área que se dedicaran a buscar vacunas contra todo tipo de enfermedades, inclusive para las de etiología no infecciosa; fue entonces cuando se creó el uso de las Autovacunas para el tratamiento de procesos piógenos por el inglés Almroth Edward Wrigh.
Su enfoque consistía en cultivar un producto de la lesión infectada del paciente, aislar las bacterias, sembrarlas en caldo, separarlas, lavarlas y suspenderlas a cierta concentración. Una vez muertas por calor eran inoculadas intradérmica o subcutáneamente en el mismo paciente.
    Se cree  que debido a la aparición de grandes epidemias como el Cólera, la Rabia, etc., nuestros investigadores se abocaron al estudio y preparación de vacunas para estos casos de emergencia; además con el advenimiento de los antibióticos se creyó entonces que el desarrollo de vacunas quedaba en el pasado, por lo que se dejó (o mermó) entonces de continuar aportando recursos económicos para el desarrollo de vacunas y olvidaron las autovacunas.
Una vez subsanada la metodología antigua e ineficiente con métodos y tecnología moderna como por ejemplo el uso de Fermentadores, la Genética, la Biología Molecular, los Anticuerpos Monoclonales, la copia química de la estructura del ADN etc, las diferentes vías de administración, y otras aplicaciones que pueden contribuir a tener un gran éxito en la terapia de cuadros infecciosos a repetición, a principio de la década de los noventa del siglo XX, el Dr. León Hernández Sánchez, Farmacéutico Microbiólogo, retoma está técnica y comienza a trabajar en los laboratorios de la Universidad de los Andes, Estado Mérida-Venezuela, con la técnica de las autovacunas, primero en animales, donde obtuvo excelentes resultados, por lo que luego prueba en humanos, logrando la curación inicialmente en patologías infecciosas recurrentes de la vía aérea como Rinitis, Sinusitis e inclusive Faringoamigdalitis y Otitis, extendiendo sus estudios a otras enfermedades como Infecciones Urinarias Crónicas, refractarias al tratamiento con antibióticos, así como en Osteomielitis y Acné, con resultados también exitosos, resultados que han sido llevados a congresos nacionales e internacionales, siendo reconocidos los aportes en pro de la humanidad. Es por eso que comienza su aplicación masiva en la población, conformándose un grupo de profesionales de la salud, que incluyen médicos, farmacéuticos, microbiólogos, infectólogos, enfermeros, entre otros, trabajando en la elaboración y aplicación de las AUTOVACUNAS como tratamiento inmunoterapéutico.

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